Harlem es un universo en sí mismo, acostumbro a hablaros acerca de mis barrios favoritos de la gran manzana, ya sabéis, Brooklyn, Williamsbourg, sin embargo, creo que es justo hablar de un distrito con no tan buena fama como los anteriores, pero que derrocha talento por cada uno de sus costados.
La historia del distrito es digna de conocer, no sólo por haber dado cobijo a grandes divas del soul como Aretha Franklin, sino por considerarse el centro del florecimiento de una cultura afroamericana conocida como el Renacimiento de Harlem. Fue en un tiempo de creaciones artísticas como el jazz, cuyos espectáculos ,irónicamente, se ofrecían sólo a gente blanca.
La primera colonia humana en lo que hoy se conoce como Harlem se remonta a los holandeses y fue bautizado en 1658 con el nombre de Nieuw Haarlem (‘Nueva Haarlem’), en honor de la ciudad holandesa de Haarlem. En 1664, los británicos se apoderaron de la colonia holandesa y bautizaron el pueblo como Harlem. El barrio ha vivido diversos procesos demográficos, pero no fue hasta el Siglo XX cuando los primeros afroamericanos se asentaron y hoy representan el 70% de la población.
Harlem entre otros motivos, es conocido por el góspel, por sus iglesias dónde poder ver y disfrutar del típico acto religioso dónde reina el buenrollismo y la alegría. Lo pude comprobar el pasado verano, asistiendo a una de éstas misas con coro góspel. Decidimos contratar un tour para que además nos enseñaran después los lugares más emblemáticos de la región. Os puedo asegurar que se me saltaron las lágrimas. Y fue un viaje alucinante. El aura que allí se respiraba, con los sentimientos a flor de piel, aquellos que sólo se explican bajo el prisma de la fe, sólo se puede entender si lo vives, al menos una vez en la vida. Aquella gente que va en manada cada domingo pero que sin embargo no pierden la alegría acto tras acto, con un respeto y devoción absoluta. Tuvimos la oportunidad en ésa misma misa de escuchar a una persona que había padecido cáncer, fue el protagonista ese día ya que quería dar las gracias por su recuperación. Seas creyente o no, es algo digno de presenciar. La emoción con la que lo viven es de admirar. Eran sentimientos reales y nada postizos a pesar del público que tienen cada fin de semana, los cuáles mirábamos atónitos todo cuanto allí acontecía. Éste momento lo guardo con muchísimo cariño. Y aunque me molestó el no poder hacer fotos para el recuerdo, os confieso que lo agradecí, porque conecté muchísimo con mi yo interior. En silencio, siendo consciente del aquí y ahora, más que nunca. Al salir, pudimos conocer algunos de los edificios dónde vivieron estrellas como Aretha o Ella Fitzgerald.

Otro de los templos a los que os aconsejo que hay que visitar al menos una vez en la vida si te gusta la música es el teatro APOLLO. En éste mítico lugar actuaron grandes del jazz y dieron sus primeros pasos gente como Jimi Hendrix, Duke Ellington o las ya citadas Aretha o Ella. En las noches amateur, allí nacieron grandes estrellas de la música de todos los tiempos. Actualmente podéis disfrutar de la música en vivo cada miércoles.
Otro punto interesante es la gastronomía de Harlem, siendo famosa la llamada cocina, “Soul food”. Cocina del alma. ¿Será porqué todo allí está hecho con delicadeza, amor y cariño? Comprobarlo vosotros mismos.
Entre otros muchos restaurantes para comer en el barrio de Harlem, podéis ir a Sylvia’s Restaurant en el 325 de la Av. Lenox o al Red Rooster Harlem en el 310 de la misma avenida. Se trata de los más conocidos y recomendados por varias fuentes. Nosotros comimos en el llamado el barrio, una comunidad latina dentro de Harlem porque necesitábamos por vena ensalada cruda con aceite y vinagre y allí encontramos sabores similares a los que estamos acostumbrados diariamente.



