Hay gestos que hasta hace sólo unas semanas hacíamos cada mañana casi sin pensar y en modo automático, cambiarnos aún medio dormidos con ropa de calle (No vale sólo arreglarse con la parte de arriba para las videollamadas de trabajo pero con los pantalones de pijama puestos) Peinarnos decentemente, dibujar el eye-liner sobre nuestros párpados, utilizar transporte público sin preocuparnos por nada más, sin máscaras que esconden nuestra alma, nuestras sonrisas, sin guantes, caminar… Incluso callejear sin rumbo. Algo a lo que recurro a menudo y lo que me hace sentir especialmente libre. Callejear y descubrir rincones nuevos de mi ciudad. Nos hemos acostumbrado a esta nueva realidad con la mirada puesta en cuándo saldremos de ésta y a la vez adaptándonos a este nuevo mundo.Y llorando por las víctimas que se ha llevado por el camino. Víctimas de la enfermedad y víctimas de la economía. La economía con patrones que creíamos eternos e inquebrantables pero que ahora se deshacen y se hacen añicos. Trazando nuevas rutinas, nuevos entretenimientos, nuevas formas de ejercitar nuestro cuerpo, nuevas maneras de consumir cultura, música a través de pantallas con espectadores al otro lado de los teléfonos, algo más frío sin duda alguna, al menos si lo comparamos con lo que estábamos acostumbrados, y a la vez la cultura nunca había estado tan cerca y al alcance de todos y todos los públicos. Muchas son las propuestas de museos, galerías de arte, bandas, festivales que nos traen la cultura hasta el salón de nuestras casas. Aunque reconozco que un concierto en directo sin tecnología de por medio, es lo más placentero que al menos yo había conocido en mi vida. Y si lo pienso bien, duele. Duele pensar que cabe la posibilidad ya no sólo de no saber cuándo vamos a volver a llenar las calles, las salas de conciertos, sino de pensar que la manera de consumirlo ya no será nunca jamás igual.
Los momentos más felices de mi vida tienen que ver con la música. Quizás suena exagerado, pero en mi caso, y no os voy a engañar, la música ha estado presente en aquellos momentos más placenteros de mi vida. Recuerdo levitar en el último concierto que vi de Los Planetas. Levitaba sobre aquella lluvia intensa que caía sobre nuestros cuerpos extasiados que se desgarraban cantando Segundo Premio. ¿Habéis sentido alguna vez la sensación de estar solos bailando bajo la lluvia y en cámara lenta? Como cuando en las películas un foco recae sobre el protagonista. Aunque en realidad estás tú junto a la multitud. Pero en esos momentos sólo estás tú junto a tu banda favorita. Como si fueras el actor o la actriz de tu propio videoclip. ¿Hay una sensación de libertad más fuerte que esa?Para mí sin dudarlo, no.
Suena en casa Arcade Fire de fondo y es el momento para que mi mente divague y se pregunte si volveremos a vibrar con una banda de este calibre en directo, si volveremos a saltar en un festival repleto de gente, rozando en ocasiones piel con piel, si volveremos a ese mundo que conocíamos , o hemos de acostumbrarnos a esta nueva vida. A esta nueva manera de consumir cultura. O al menos nos preguntamos cuándo , cuándo será el momento en el que volveremos a embelesarnos ante nuestra banda favorita.
El mundo de la cultura y la música concretamente se ha visto tremendamente afectado, al igual que el turismo. Dos de los sectores a los que más les dañará este virus. Para los amantes de la música esto es un mazazo bastante importarte. La música y más si es en directo, es VIDA, la música es la razón de ser de muchas personas entre las que me encuentro yo. Todos hemos tenido una banda sonora a lo largo de nuestra vida. Todos podríamos trazar el guión de nuestra propia película con una banda sonora personalizada. La que nos ha visto crecer, enamorarnos, madurar, la que nos ha visto llorar, la que nos ha visto levitar (A mí me pasa frecuentemente en los conciertos de mis grupos favoritos ya os lo he explicado) La que nos ha visto levantarnos, superar baches, la que nos ha definido como personas.
Cerrad los ojos e imaginaros un gran apagón, se cierra el telón de la música, del teatro, del arte, de las emociones, a través del arte nos expresamos, nos agarramos a eso que nos hace ser o al menos sentirnos más libres, el arte nos da alas para volar, para ser más creativos, para sentirnos en definitiva vivos, vivos y unidos, confraternizamos con aquellas personas que escuchan o leen lo mismo que nosotros. Imaginaros un mundo sin The National por ejemplo, siguiendo el hilo conductor de la peli Yesterday en la que se preguntaba qué hubiera sido un mundo sin Los Beatles. Si The Beatles no hubieran existido.
Pero …¿Sabéis qué? Como dicen Lori Meyers, al final…Siempre Brilla el Sol, y estoy justo escribiendo esto mientras entra el mayor rayo de sol por la ventana que ha tenido el día de hoy, atravesando ventana, pero también mi cuerpo y calentando mi corazón…Y ojalá el de todos vosotros y vosotras. Cuidaros.
¡Me encata tu reflexión! Somos muchos los que nos falta un trocito de vida sin música en directo. Ojalá pronto estemos vibrando de nuevo.
Si y tal como están las cosas estamos temblando otra vez.Nos espera un otoño complicado;( ¡Te mando un abrazo!